57 y 1

Jugar de local era especial: "Este domingo toca acá", esa era la frase que, con una sonrisa, significaba que "tocaba" en 57 y 1.
Los domingos de local eran únicos, los recuerdo y los extraño, para los que no vivimos en La Plata, era un viaje, pero se vivía como toda una ceremonia.
El día empezaba afuera, comiendo y disfrutando en "El Bosque", del lago y de su naturaleza.
"Allá, vayamos al codito de la local que se ve mejor", "Sí, abajo del pino", donde la mayoría son señoras con sus cigarrillos y galletitas.
¿Cómo pasar, ahora, caminando por la vereda de 1, mirar hacia arriba y ver el cielo a través de los árboles y no ya entre los tablones?
Nuestra cancha era de madera, tenía muchos años, lucía despintada y... demasiado pequeña para la cantidad de socios e hinchas que tiene el Pincha, pero era especial... Más allá de las cargadas de los contrarios, sólo nosotros sabíamos lo que sentíamos domingo por medio allí, sea en la techada, en la popu local o en 57, cuando el rival "no traía a nadie".
Porque saltaba aunque no quisiera, porque el campo estaba ahí, porque "El Único" es hermoso, pero no puedo repetir allí, las sensaciones de allá.
Lo peor es que estás sólo en recuerdos, no estás, no te encuentro en la realidad, y es ahí cuando el corazón no entiende de avances y necesidades, y sueño, a veces, con volver a bajar del tren, caminar por 1 y encontrarte, que nunca te hayas ido...

MS